Leer para ser libres

Columna de opinión del Plan del Lectura Jujuy

“La lectura literaria da placer cuando es activa y creadora, cuando el lector participa en el juego imaginativo”. (Iser)


Entre las muchas actividades que desempeñamos en nuestra vida, la lectura es sin ninguna duda una de las más importantes porque a través de ella tenemos acceso a conocimientos, informaciones y valoraciones. La lectura nos reporta una formación constante y actualizada.
Ahora bien, saber leer es saber interaccionar con el texto, seguir sus cauces, observar sus peculiaridades, advertir su intencionalidad y aportar en ese camino nuestros aportes.
Cada texto nos ofrece particularidades y distintos estímulos. Nosotros, como lectores, somos los responsables de hacer que el texto cobre vida porque somos los agentes de su actualización.
Si accionamos conjuntamente con el texto podríamos preguntarnos ¿es factibles que exista un lector modelo? El lector se va gestando, se va construyendo a través del acto de leer; podríamos decir que se va trazando en la sucesión de lo que podríamos denominar diálogo entre el texto y el lector, entre el texto y el contexto. Por supuesto que el lector no es un sujeto maleable, participa en la acción y llega a calar en lo más hondo.
¿Quién alguna vez no se ha dormido arrullando el libro que leía? Uno se contagia de las aventuras que lee. Aunque los ojos permanezcan abiertos, desplazándose sobre las frases, la mente se escapa y entre el espacio que separa la superficie del libro de la superficie de las pupilas, se instala una suerte de espejismo en el que aparecen las imágenes más inesperadas.
Muchos son los ejemplos que podríamos dar de prólogos en donde se hace mención a ese lector que se involucra involuntaria o voluntariamente con el texto. Por cierto, los prólogos son el dintel de la aventura por vivir; allí se orienta al lector, se lo alecciona y se lo anima a la aventura del texto. Si no, recordemos aquel famoso prólogo del Quijote: “Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro como hijo del entendimiento fuera el más hermosos, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. (…)
Es importante convertirse en un lector abierto, libre, desprejuiciado, ávido por vivir todas las historias posibles que nos propone un texto, única forma de abordar genuinamente un camino único y trascendente: la verdadera lectura.

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