Leer para ser libres

Columna de opinión del Plan de Lectura Jujuy


El problema de la lectura está dando qué hablar. Cada vez más son los gobiernos, OSCs y personas que se plantean a la lectura como una de las claves de los conflictos modernos. Graves crisis en la educación (sobre todo en el nivel secundario y universitario) preocupan a investigadores e instituciones que analizan el problema. Algunos sostienen que, producto de la revolución de las comunicaciones, se estaría asistiendo a una “degradación del lenguaje”, a “cierto cambio de paradigma”, a “nuevas motivaciones en los flujos comunicacionales”.
“Los chicos no leen”, sostienen muchos adultos. ¿Y los adultos leen? ¿Los docentes que exigen lectura a los alumnos son lectores? Podemos sostener que se lee más que antes, sólo por el hecho de que existen más (y nuevas) “ofertas”: internet, celulares y masificación de radio y televisión (o el novísimo “triple-play”); ya no sólo es el libro el único vehículo de lectura; y ya no sólo es el lenguaje escrito fijo el único formato: el hipertexto de la red (que mixtura el acceso a otros textos, imágenes móviles, sonidos, materias, etc.) es el gran ejemplo. Y también podemos afirmar que se escribe más. En esta nueva era, el “televidente-receptor-pasivo” ha dado paso al “cibernauta-partícipe-activo”. Se escribe (porque se habla) corto, quebrado, complejo; aparentemente “mal”, pero ¿con respecto a qué? Con respecto a los paradigmas “tradicionales” de lecto-escritura.
Por lo general los cambios nos cuestan, nos duelen, nos resistimos a ellos, a veces violentamente. Sin embargo, ¡qué rápido nos adaptamos todos a los celulares! Y sin embargo, los adultos no logramos adaptarnos a los cambios en la lectura, en las nuevas formas de expresión, en las controversias cada vez más encontradas de la enseñanza-aprendizaje, en fin, en los problemas de flujo comunicacional entre adultos y jóvenes, o, como sostiene García Canclini, entre los analfabetos y los alfabetos de las nuevas tecnologías.
Hoy, más que nunca, debemos abordar la lectura como un espacio flexible, ecléctico de comunicación, atento a los diferentes discursos, a las nuevas propuestas, y, por supuesto a los nuevos deseos. Decimos con Paulo Freire: “Leer es leer el mundo”. Entonces la lectura será un camino a construir desde la subjetividad y desde la ética, única forma de abordar la participación ciudadana activa para intentar transformar el mundo que nos rodea. Desde siempre, la lectura estará ligada a la libertad, a la diversidad. Si seguimos atados a formatos férreos e inamovibles, corremos el riesgo de no disfrutar de ella, que es su principio básico.

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